Muchas veces confundimos paciencia con pasividad.
Pensamos que ser pacientes es adoptar una actitud pasiva ante la vida.
La diferencia principal es que mientras una persona paciente soporta las situaciones adversas esperando la oportunidad para modificar dichas circunstancias, el pasivo se rinde y no hace nada, esperando que todo cambien por si solo.
El Impaciente Pasivo:
Se puede ser pasivo, o sea, un abúlico, apático, dejado, desganado, pasivo, desinteresado, indiferente, insensible, abandonado, desidioso, y ser impaciente, estar sufriendo por dentro, ansioso de esperar, pero sin moverse a actuar.
El pasivo impaciente se queja, se agobia y piensa que la culpa de todo viene de fuera: de la sociedad, del clima, de la familia, de los espíritus, de la suerte y siempre tendrá excusas para no afrontar que es él quién podría hacerlo mejor o diferente. Pasan los años y siguen quejándose de las mismas cosas.
El Paciente Activo:
La persona paciente activa soporta de manera calmada los imprevistos y contratiempos, pero se mantiene atenta a la oportunidad de introducir un cambio.
No permite que las circunstancias externas le muevan de su propósito y sabe esperar hasta verlo realizado.
Si tiene un proyecto o idea, observa el mejor momento para desarrollarlo y no se apresura. Como Miguel Ángel, tarda más en planificar y observar el mármol que en hacer la escultura. Emplear mucho tiempo en la preparación y esperar el momento oportuno suele ser la clave de tener éxito.
Conclusión:
Por esto, no debemos confundir ser paciente con ser pasivo. Aprende a calmar tu mente y tu cuerpo, pero mantén un estado alerta. Y cada vez que decidas no actuar, no hacer algo, preguntarte si es pereza, miedo, o un correcto discernimiento.
Al mundo lo retrasan las personas pasivas y lo destruyen los impacientes.
Sé un paciente consciente!
Poema:
Esperaba con impaciencia
y como el horizonte en la carretera,
más me acercaba y todo se alejaba.
Un árbol me miró, y con su sonrisa me explicó:
No seas como la liebre o el conejo de Alicia en el país de las maravillas,
Que por más rápido que hace las cosas nunca tiene tiempo,
En esta vida, no podrás agregar ni una hora a tu existencia.
Pero si puedes, las horas que tienes, vivirlas plenamente.
Mírame a mi, y mira esta piedra: ella es pasiva, ahí esta, no vive, yo soy paciente, cada día crezco un poquito, no me falta nada, y cuando llegue el momento de partir, habré tenido todo el tiempo del mundo para vivir.
Entonces me detuve y me observé, de tanto correr mi corazón daba saltos.
Respiré profundo y se fue calmando.
Una brisa golpeo mi cara, me sentí como el árbol, tranquilo y con todo el tiempo del mundo para vivir.
Al fin y al cabo era eso lo que tanto buscaba.
Ulises M.
Escucha la entrevista en la radio Aquí en la que hablo sobre este tema.
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