Vivimos en una sociedad en la que nosotros mismos somos nuestros auto-explotadores. La moda del “yo puedo”, del “si se puede”, de la auto-superación y de la inconformidad con todo, nos ha llevado a vivir frenéticamente en busca de un “yo” ideal que exteriorizamos y volvemos inalcanzable.
La figura del capataz
Esta autoexploración es silenciosa y se cuela en las pequeñas cosas cotidianas, en esos momentos en los que podríamos descansar de todo y no descansamos de nada. En esa búsqueda incesante de seguidores, de likes y de admiradores. Trabajamos para Instagram, para Facebook o para WhatsApp sin recibir nada a cambio, más que la pérdida de nuestro más valioso tiempo, nuestro tiempo libre.
El aburrimiento y la muerte como fuente de creatividad
Huimos del aburrimiento como de la muerte, cuando en realidad, el aburrimiento y la muerte han sido siempre los motores del arte y de las cosas bellas. ¿No es acaso por la consciencia de muerte que el hombre empezó a escribir, a pintar, a tratar de dejar un legado en formas que, en la mayoría de las veces, carecen de utilidad? Y ¿no es acaso en los momentos del aburrimiento cuando inventamos nuevas formas de hacer las mismas cosas, o nuevas cosas que hacer? Dicen que aprendimos a bailar el día que nos aburrimos de caminar. Aprendimos a contar chistes el día que el lenguaje nos aburrió. Todas las artes son producto del aburrimiento y de la muerte.
Una paradoja
Esta paradoja a la que se enfrenta la mente humana, es lo que nos hace humanos. Por un lado, tenemos la consciencia de que vamos a morir, queramos ser conscientes de ello o no, en nuestro interior lo sabemos. Y al saber esto, buscamos maneras de aprovechar el tiempo que es finito. Es finito porque sabemos que se nos acabará. Entonces, el aburrimiento es una burla a ese tiempo tan preciado. ¿Cómo podemos aburrirnos si cada hora que pasa es una hora que perdemos de vida? Es entonces cuando surge lo irracional, la locura de la cordura, la sin razón de los actos, que en definitiva son las expresiones humanas del arte. El humano no solo se conforma con que las cosas deban ser útiles, además deben ser bellas. Y a veces la belleza lo es todo, aunque el objeto sea inútil, como un cuadro, como una obra musical.
Enfrentados a este dilema, le dimos sentido a la vida, a la fiesta y al disfrute del tiempo. Todos los hombres tienen derecho a sus vacaciones y a su tiempo libre. Y así cambiaron las leyes y las sociedades. Pero hoy en día, con el teléfono inteligente, con el ordenador portátil, con los videojuegos, hemos llenado ese tiempo de actos que no producen ni belleza ni utilidad. Y nadie nos obliga a participar de tal derroche de tiempo, lo triste es que somos nosotros mismos quienes nos auto-rrobamos el tiempo.
Una cuestión de ecología
La exageración de información, imágenes, plataformas, dispositivos y demás, se está cargando el planeta. Las relaciones se abocan a resolverse en un “no te escribo más”. Porque en realidad se sostenían en la endeble capa de la superficialidad comunicativa.
Conclusión
Hay que volver al centro, hay que volver a la contemplación, a los momentos de no hacer nada. ¿Pienso luego existo o existo y luego pienso? Ni la una ni la otra. Puedo existir sin pensar, lo de pensar sin existir ya es otro cantar. Pero en definitiva, lo que importa es encontrar esos momentos de nada, de no hacer nada. De simplemente sentarse a contemplar el devenir, la dinámica del transcurrir y el cambio permanente. Y tentados a cambiar el rumbo de ese devenir, permanecer como un pilar sin modificar nada, sin dejar que nuestra existencia finita filtre lo infinito de la realidad.
Y desde esa contemplación, dejar que lo nuevo surja, limpiarnos el polvo de la inercia y brillar con la luz de la belleza de lo vivo y de lo fresco, de lo nuevo.
Te deseo paz y felicidad
Ulises Moraga (Texto escrito por humano 😉
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